Erase una vez en un lejano país un Rey que no era feliz. Compraba las especias más exquisitas de Oriente, se vestía con los paños más finos, comía los manjares más deliciosos y... no era feliz.
Los consejeros del reino buscaban y buscaban entre lo más bello, lo más caro y único del planeta, aquello que pudiera hacerle sentir satisfecho de la vida y, por más que le ponían regalos a sus pies, el rey era incapaz de sentirse en paz consigo mismo.
Un día llego un rumor: en el reino había un hombre que decía que era inmensamente feliz. Busquemos su camisa - dijeron los consejeros - un hombre feliz sin duda llevará una camisa espléndida, digna de su dicha. Buscaron y buscaron por aldeas y pueblos sin hallarlo, hasta que un día encontraron en un paraje remoto y escondido a un aldeano que les indicó que el conocía a ese hombre y que era realmente feliz.
El Rey acudió con todo su séquito y la guardia prendió al hombre y lo llevo ante el Rey. Este le preguntó -¿Eres realmente feliz? - Si majestad, contesto el hombre asombrado de que el Rey se ocupara de su felicidad. Entonces ¡Dame tu camisa ¡, le exigió el Rey . -Disculpe Majestad. Soy pastor y vago todo el año por los pastos y montes con mi rebaño. En verano hace calor y no necesito camisa, en invierno me cubro con una suave manta de lana de oveja y no necesito camisa.
El Rey y sus cortesanos asombrados comprobaron que aquello era cierto. Efectivamente, el que así hablaba no llevaba camisa y sin embargo ¡era feliz!.
¿Cuantas veces perdemos de vista lo esencial por centrarnos en lo accesorio?, muchas veces creemos que la posición de administrador o de "jefe" nos otorga condiciones especiales que nos hacen ser superiores a otros...en verdad la posición de "jefe" ha cambiado ya, por entender que una organización, al igual que un sistema vivo, requerirá de distintas coordinaciones en etapas diferentes de desarrollo o en determinadas condiciones ambientales...por tanto hoy, cada vez más, las organizaciones necesitan actuar en equipo, actuar como una manada y comprender "las reglas de la manada":
"RICO" no es el que más
tiene, sino el que menos
necesita
Bajo el peso del fracaso político, Platón imaginó la condición humana sumida en la caverna. Bajo el peso de una Guerra Mundial, William Golding sustituyó la caverna por una isla que se hunde lentamente en la sinrazón. Un avión cae cerca de un islote desierto, que resulta poblado desde ese momento por los supervivientes: un puñado de niños de seis a trece años. Parece la repetición de un viejo argumento de aventuras, pero cuando Golding lo adopta en El Señor de Las Moscas, escribe una obra maestra.
A la tragedia del accidente podría añadirse la muerte heroica o prosaica de los accidentados. Pero Golding prefiere que todos sigan viviendo. Quiere que sus protagonistas empiecen desde abajo la construcción de una elemental sociedad humana en un auténtico paraíso perdido. Las noches en la isla son templadas; los días se suceden soleados; la fruta abundante se balancea al alcance de la mano; no hay animales peligrosos; se puede jugar en la playa y en el agua durante horas...
¿Qué más se puede pedir? justamente lo que piden los niños: organizarse y ser rescatados. Sienten que la vida no consiste en vivir sino en convivir. Y la convivencia necesita normas y proyectos comunes. Curiosamente, la primera necesidad no es la comida sino la autoridad: -Deberíamos tener un jefe que tome las decisiones.
Elegido el jefe, lo inmediato será repartirse el trabajo y establecer pautas básicas de comportamiento: un grupo de cazadores que consiga carne; un turno para mantener encendida la hoguera; las rocas no son los retretes; no se puede bajar lumbre de la montaña; se convocarán asambleas haciendo sonar una gran caracola.
La caracola y la hoguera simbolizan lo que hace de un grupo humano algo muy superior a una manada o un rebaño. La caracola representa la autoridad aceptada por todos, necesaria donde coexisten intereses diversos. La hoguera se enciende para ser vista desde lejos y facilitar el rescate, pero también significa la propuesta de un horizonte vital más allá de la mera satisfacción de las necesidades biológicas.
Lo que el autor trata de plasmar en esta obra es que el corazón humano no es puro; ni siquiera el de un niño. William Golding trata de crear en esta novela un mundo hecho exclusivamente de niños, el cual contiene la variedad de problemas del mundo adulto. Esta novela está ambientada en el marco temporal de la Segunda Guerra Mundial, esto resalta las barbaridades que se cometían en ambos mundos. Los instrumentos más importantes a destacar son:
La caracola, que posee un valor simbólico muy importante ya que representa la unión y el orden. El que la poseía en las asambleas tenía el derecho a hablar y no ser interrumpido. Cuando la caracola se rompe, la unión y el orden llegan a su etapa máxima de decadencia.
La hoguera, que representaba la esperanza de ser rescatados. Era muy difícil mantenerla encendida; con un muchacho no bastaba, por lo tanto, durante las noches, dos debían quedarse a vigilar que no le pasara nada.
La cabeza del cerdo, que representaba la barbarie humana, que la había colocado Roger cuando se comenzaba a convertir en un salvaje y que le revela a Simon en un ataque de epilepsia quienes son las verdaderas bestias. Son ellos, porque una bestia solamente se preocupa en comer y dormir, y eso es tal cual lo que hacen ellos.
Biogestionado en ayunas.
uhmm uhmm,.... no
no es así:
si el pastor de verás es feliz no puede saberlo, esta tan inmiscuido en su felicidad que no sabe si es feliz o no.
alguien sólo puede saber si es feliz cuando existe el contraste, por ejemplo: Naide no es consciente del zapato por q es muy cómodo, sólo se hace consciente del zapato cuando le aprieta o hay una piedra. ahí es consciente de: "que fue feliz y que ahora no lo es..."